Pedro Moreno
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Con sombrero y vestido de negro, Pedro Moreno (Madrid, 1942) ha conseguido lo inaudito, ser uno de los grandes diseñadores de vestuario de la escena y el cine españoles (con Goya incluido) sin saber ni enhebrar una aguja. En cambio, atraviesa líneas, colores, texturas, volúmenes, lápices, telas, tintes y pinceles con la agilidad del viento y los resultados de un gran genio. No hay más que verle en su estudio madrileño, una suerte de taller en el que se “guarrea las manos”, como dice él, tiñendo las telas de los trajes hasta que da con el tono que solo había vislumbrado en su imaginación. Un espacio donde a veces decide ser él quien dibuja, a mano y sobre la tela, los estampados de los vestidos; donde se enreda entre papeles sobre los que describe con expresiones, actitudes y colores el personaje para el que está creando. Y de los personajes vestidos por él se averiguan muchas cosas, antes de haber leído ni una sola línea o escuchado una sola palabra de lo que dice de él su primigenio creador.
Nace en Madrid. Estudia Bellas Artes en su ciudad natal y en Paris. Desde los años sesenta hasta mediados de los ochenta, trabaja como diseñador de alta costura en el estudio de Elio Bernhayer.
Llegó a esto por casualidad: “Yo solo era un chico de pueblo cuya ilusión era hacerme maestro y marcharme al Congo”. Pero no contó con que en su vida se cruzaría el diseñador y modisto Elio Berhanyer: “Me enseñó un mundo que me fascinó, un mundo lleno de colores, estéticas, armonías… descubrí que existía otra historia, otra realidad”. Moreno fue su asistente y cuando la moda dejó de gustarle se lanzó de cabeza al teatro donde había tenido alguna incursión y nunca ha sido ayudante de nadie. “Pasé de hacer propuestas estéticas para anoréxicas a utilizar lo que sabía para crear personajes; tenía que haberme venido antes porque no conozco otra profesión tan fantástica y enriquecedora, en la que siempre se parte de cero y donde siempre te acompaña el miedo…, puede ser la última vez que lo hagas porque te salga mal y no vuelvan a llamarte, quien se piense que es alguien en esto está apañado, claro que lo apasionante de este trabajo es el riesgo, si no lo que tienes es oficio y eso no apasiona “, dice este hombre al que se ha definido como poeta del estilismo, además de artesano y maestro al que todos, menos él, sitúan entre los grandes del figurinismo (término que no le termina de gustar) español junto a Vitín Cortezo, Vicente Viudes, Miguel Narros o Francisco Nieva, todos ellos nada minimalistas y más cercanos al barroco que a otra cosa.
En teatro ha trabajado con directores de la talla de Jose Carlos Plaza, Josefina Molina, José Tamayo o Pilar Miró. Con esta última, también colabora en cine, ganando el Goya en la categoría de Mejor Diseño de Vestuario por “El perro del hortelano”.
Su segundo premio de la academia, lo gana por el vestuario de “Goya en Burdeos” del director Carlos Saura, con el que de nuevo coincide en “Salomé” y en la ópera “Carmen”.
También tiene en su haber un premio max de las artes escénicas por el vestuario de “Pelo de tormenta”, dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente.
En el mundo de la danza, ha realizado una importante contribución con su trabajo para el Ballet Nacional de España, el Ballet de Cuba, el Ballet de Antonio Gades y el Victor Ullate Ballet.
Es reconocido y reconocible. Su imagen prácticamente no la ha modificado desde hace décadas y nunca se ha desprendido de la costumbre de llevar
PUBLICACIONES
- PEDRO MORENO EN SU OBRADOR DE SUEÑOS
- VESTIR LOS SUEÑOS. FIGURINISTAS DEL CINE ESPAÑOL
- EL VESTUARIO EN EL BALLET NACIONAL DE ESPAÑA
- MÁSCARAS, PALABRAS, PODERES
- GIBELETIK AITZINERAT, CHANSONS ET HIZKETAK
- CECCO, MAPA SENSORIAL
ENTREVISTA
http://www.elcultural.es/version_papel/ESCENARIOS/27626/Pedro_Moreno
PREGUNTA: ¿Por qué cambió el mundo de la moda por el del teatro?
RESPUESTA: Yo asistía a Elio Berhanyer en la época en que se hacía alta costura en España. Cuando aquello declinó con el pret à porter, dejó de interesarme. Y aunque la moda no tiene nada que ver con el teatro, aprendí el manejo de las telas, los volúmenes… y conocí a gente con una formación increíble, -arquitectos, flamencos, pintores….
P: ¿Le gusta que le llamen figurinista?
R: Me gusta más diseñador de vestuario. Lo de figurinista me suena a ilustrador que hace figuritas.
P: ¿Qué es exactamente un figurín de época?
R: Es un acercamiento a una forma de entender la vida de otro tiempo. En el teatro, los personajes nunca son de verdad por lo que hay que reinterpretar cómo visten. Yo defiendo la atemporalidad: hay que dejar el esqueleto de la época, mantener volúmenes…, pero hay que saltarse lo demás. En los últimos años se puso de moda vestir a los personajes del teatro clásico como si vivieran en el siglo XX. Yo no puedo concebir una obra en verso con los personajes vestidos como punkis. El soporte debe tener un contenido poético.
P: Dígame una prenda que le apene que haya dejado de usarse.
R: Hay un montón. Algunas han desaparecido por puro pragmatismo. Hay unos mantones de ocho puntas del siglo XIX, de la época de Isabel II, rectangulares, de los que ya quedan pocas piezas.
P: ¿Y un traje que le apasione?
R: Uno fundamental, el traje popular. Siempre hay que saber por qué se usa una vestimenta de un modo o de otro. Y el traje popular es el modelo para embellecer lo práctico.
P: ¿El que usan las clases humildes?
R: Sí, por ejemplo, el de los campesinos. Los campesinos que pinta Giotto se parecen mucho a los que muchos siglos después pinta Corot. Se parecen porque durante muchos siglos los colores de sus trajes eran de tintes naturales y el color más difícil de conseguir era el rojo, por eso era el más buscado. Cuando se puede teñir de rojo de forma artificial, se da una sobreproducción de prendas de este color. Llegan incluso a vestir a los ejércitos con chaquetas rojas, con el incoveniente que supone camuflarlos.
P: En Fuenteovejuna, de Gades, hizo precisamente un homenaje a los trajes populares.
R: Sí, fue un trabajo precioso. Recuerdo que Gades me dijo: quiero ver en el escenario al pueblo español’. Y los vestí de pana. Para mí, trabajar con él fue como hacerlo con Picasso, era muy exigente en todo, pero a mi me anima gente así.
P: ¿Hay dificultades para obtener ciertos tejidos?
R: Han desaparecido muchos y, ahora, las sábanas de hilo que tanto se han usado, o la viscosa, han dejado de fabricarse. En España había una industria textil que ha desaparecido. Y también muchísimos artesanos de zapatos, de bordados, gente que almidonaba camisas…
P: ¿Y qué hace si busca reproducir un bordado de época?
R: Si tuviera que buscar un artesano, tendría que hacer arqueología. Simplemente, me lo reinvento por completo. Hacer un vestuario de época ya sólo lo puede hacer la industria de cine americana.
P: ¿Qué está prohibido en un escenario?
R: Hubo un tiempo que el color amarillo y las plumas de pavo real. Ahora te obligan a trabajar con tejidos ignífugos, horrorosos por los tonos de color.
P: Cine, teatro, ópera… ¿qué le gusta más?
R: La ópera, sin duda. En cine hice El perro del hortelano, que me dio fama. Y me entusiasma el ballet, no hay mejor pasarela para un vestuario.
P: Con la crisis, ¿se ve obligado a reutilizar sus antiguos vestidos?
R: El teatro siempre está en crisis, así que la única tragedia es que desaparezcan los proveedores habituales. Pero hay que hacer de la necesidad, virtud. Si no conseguimos terciopelo, lo pintamos. Lo que importa es hacerlo bien.