Centro Nacional de Vestuario Escénico (CNCS) de Francia.

Laura Bayarri

Vestuario y decorado, corazón de las ilusiones escénicas, que se convierten en el molde con el que costureros y artesanos construyen la atmósfera de la ópera, el teatro y el ballet, está guardado con recelo en el Centro Nacional de Vestuario Escénico (CNCS) de Francia.

Estilos de todas la épocas, confeccionados con técnicas y materiales de lo más extravagantes, como bolsas de plástico o harapos rebozados en pedrería, conforman las cerca de 10.000 piezas conservadas desde 2006 en esta galería única que, de momento, está restringida al público.

Un gran edificio de hormigón recubierto de una malla de acero, como en las férreas armaduras de caballería, custodia en Moulins los fondos de armario de la Ópera de París, del teatro de la Comedia Francesa y de la Biblioteca Nacional desde finales del XIX hasta ahora.

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Los trajes que lució en 1964 Maria Callas en la ópera “Norma”, la armadura que se colocó el actor Jean Marais en 1952 cuando se estrenó “Britannicus”, o los tutús que diseñó Christian Lacroix para “Los ángeles finitos”, en 1987, son solo algunas de sus reliquias.

Pero al entrar en el CNCS, estos trajes que tantas veces han transformado el sueño en una realidad representada adquieren el estatus de objeto museístico y se someten a los más estrictos principios de conservación textil.

“A todos los espectáculos les llega la hora de desaparecer y, con ella, sus elementos también pierden ese valor inmediato, hasta que llegan al CNSC, donde los preservamos, restauramos y mostramos si encajan en alguna de nuestras exposiciones temporales”, declaró a Efe su directora, Delphine Pinasa.

Los objetos que atesora son tan frágiles que están sometidos a severas restricciones de exhibición, y por eso las exposiciones del museo colindante con el organismo y que este mismo nutre nunca se prolongan más de seis meses.

Pero antes de integrar una de las colecciones temporales, el guardarropa es tratado con una técnica llamada anoxia, durante la cual las prendas se cierran herméticamente en una burbuja de plástico a la que se le retira el oxígeno, para suprimir todo animal o vegetal incrustado en el tejido.

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Una vez desinfectada, cada pieza es estudiada, clasificada y guardada en ese edificio de 1.730 metros cuadrados, regido por normas draconianas: la temperatura debe ser de 18 grados centígrados exactos, y no se pueden superar unos niveles de humedad del 55 %.

“Un sistema de climatización regula estos parámetros y los filtros de aire instalados por todo el inmueble sirven de barrera al polvo y los insectos. Sobra decir que la luz natural está completamente vetada”, especificó Pinasa.

Teniendo en cuenta que en una producción de ópera pueden lucirse hasta trescientas prendas, y que un gran ballet necesita como mínimo doscientas, para una institución como el CNCS, que dispone de la indumentaria completa de algunos espectáculos, es “imprescindible una buena gestión de la capacidad y el volumen”.

Aquí es donde entra en escena el mueble “compactus”, un majestuoso armario yuxtapuesto a otros idénticos, que se despliega al rotar una manivela y que permite almacenar mucho material en un espacio aparentemente reducido.

Los atuendos pueden colgar en estos roperos en perchas, estar separados por hojas de papel de seda o, en el caso de elementos tan peculiares como unos tentáculos de medusa o un cuerno de un búfalo, abarrotar los enormes cajones.

Les réserves du CNCS © CNCS Pascal François

Cada traje se almacena con un pequeño dossier, una ficha de su estado “de salud”, una fotografía y un inventario donde se indica la producción y el número de representaciones en las que participó, así como el taller y el artista que lo confeccionaron.

“Hoy en día ningún taller borda a mano la vestimenta escénica, porque es demasiado cara y porque necesita retoques prácticamente después de cada representación. La mayor parte se cosen a máquina”, explicó la directora del CNCS.

De la misma manera, la desaparición progresiva de fabricantes textiles, unida al elevado precio de ornamentos como las lentejuelas o las perlas, obliga a los costureros a recurrir a la impresión, el dibujo o la superposición de motivos para simular encajes o bordados.

Y la vida de esos vestidos, aunque parezca lo contrario, no termina con el último acto. La intención del CNCS, según su directora, es preparar las reservas del centro para hacerlas visitables “lo antes posible” y volver a seducir con ellas a los aficionados de las artes.

http://www.eldiario.es/politica/armario-escenica-francesa-refugia-Moulins_0_170783106.html

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