Lorenzo Caprile, modista también en la escena
Entrevista con el diseñador que, además de ser autor de trajes novia tan icónicos como el de la Infanta Cristina, es uno de los sastres más cotizados del panorama escénico
Con Campanadas de boda, La Cubana nos ha enseñado esta temporada que todo enlace es en realidad una gran representación. Quizás por eso a muchos no sorprenda que el modista Lorenzo Caprile (Madrid, 1967) sea, además del autor de trajes novia tan icónicos como el de la Infanta Cristina, uno de los diseñadores de vestuario más cotizados del panorama escénico. Su firma está detrás de tres montajes que se han podido ver estos días en la capital: El malentendido, MBIG y El huerto de los guindos. Una coincidencia que Metropoli.com ha aprovechado para visitar el atelier de Caprile en el barrio de Salamanca, un taller del que salen creaciones tanto para bodas de alto copete como para la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
Precisamente, fue Eduardo Vasco, su antiguo director, quien animó a Caprile a adentrarse en este mundo que siempre le ha fascinado. “Quería nuevos retos y creativamente me interesaba mucho, porque se ahonda en la faceta de vestir”. Así, Caprile fue dejando su huella en montajes como Don Gil de las calzas verdes (obra por la que ganó el premio Ceres al mejor vestuario) o Las bizarrías de Belisa, su trabajo favorito. “Era todo en blanco y negro, con referencias históricas, pero también de los años 40 y 50 pero quedó muy bien hilvanado”, explica.
El modista asegura que diseñar para una boda y para la escena tiene grandes similitudes (“al fin y al cabo, una madrina o una novia son personajes”). Sin embargo, les separa la técnica. “Cuando se diseña para una clienta, los tejidos tienen que ser muy bonitos, nobles. El remate ha de ser perfecto. En cambio, en teatro, la ropa tiene que estar bien hecha, bien acabada y quedar bien, pero es mucho más batallero porque es ropa que tiene que durar muchísimo. Los tejidos son diferentes, engañan mucho. Los tejidos carísimos son los que peor dan en escena. En cambio, un poliéster comprado en Cobo Calleja puede parecer seda de Lyon“.
Esta lección Caprile la aprendió de una de las grandes: la diseñadora británica Sandy Powell, ganadora de tres Oscar. “Fui su asistente en un Rigoletto para el Teatro Real y ha sido una de mis experiencias laborales más alucinantes. Ella me enseñó a no tener prejuicios”. En su taller, Lorenzo Caprile ejerce de dictador. Sin embargo, en escena es una más de las piezas de un equipo algo que, según dice, es muy grato. “Me gusta sentirme una herramienta. Las decisiones gordas las toma el director y tu obedeces te guste o no, porque hay que ir a favor de su visión artística”.
De esta forma, Caprile ha trabajado para grandes montajes como elFuegos que Carmen Machi y Cayetana Gillén Cuervo protagonizaron en el Festival de Mérida este verano pero también en espectáculos pequeños para el off de la capital. Suyo es el espectacular vestuario que luce Lady Macbeth en MBIG o el de El huerto de los guindos en La casa de la portera. “José Martret (director de MBIG) es buen amigo y llevamos colaborando muchísimo tiempo. Para él he hecho hasta cortos”, explica.
Ahora quiere seguir con esta línea de trabajo. No tiene en mente ningún director con el que le gustaría colaborar (“no soy nada mitómano”) pero sí le haría ilusión pero un vestido suyo en el Teatro de la Comedia. “Es que lleva una barbaridad de años cerrado y es uno de nuestros teatros históricos. No imaginas la rabia que me da… y pasan los gobiernos y ninguno hace nada”.