‘Las chicas del cable’ nos abren sus puertas para descubrirnos los entresijos del rodaje
El plató de ‘Las chicas del cable‘ dice mucho del camino por el que va dirigida la serie. Porque el suyo no es un set de rodaje cualquiera. La sombra de Netflix se nota, especialmente en esos detalles que hacen del proyecto algo especial. Ubicado en los alrededores de Villaviciosa de Odón, el equipo de Bambú al completo recibe a los compañeros de la prensa con los brazos abiertos para adentrarnos en su secreto más preciado, una producción que, durante meses, han mantenido escondida para conseguir ganar puntos en expectación.
Nadia de Santiago, a su entrada al hall principal de ‘Las chicas del cable’
Muchos dirán que, en un primer vistazo, ‘Las chicas del cable’ es una suerte de ‘Velvet’ en la que las galerías son sustituidas por el ya mítico edificio de Telefónica ubicado en plena Gran Vía madrileña. Pero Teresa Fdez-Valdés y Ramón Campos, en su larga trayectoria como germen de las ficciones más exitosas de nuestra televisión, han logrado hacerse con todos los trucos para vender sus productos como si se tratase del primero.
El hall de entrada, el plato fuerte de ‘Las chicas del cable’
Tras acceder por los pasillos propios de todo edifico de periferia, no es muy complicado entender el universo de la serie al empezar descubriendo el imponente hall de la compañía de telefonía. “Es nuestro plato fuerte”, confiesan, orgullosos por el resultado. A pesar de estar bajo la tutela de Netflix, ‘Las chicas del cable’ sigue siendo una producción española en lo que a presupuestos se refiere. Es por eso que, durante la concepción del set, el equipo de producción decidió hacer de la entrada del edificio un plató polivalente que también serviría para otros espacios de trabajo. Con unos cambios en el atrezzo y en la disposición de las estancias, todo es posible. Es cuestión de creatividad.
Hemos querido dotar a la serie de un toque más parisino
Los amplios ventanales de la estancia, sumados a una arquitectura muy acorde con la estética de “El Gran Gatsby“, se apoyan en la presencia de un croma que ayuda a que el edificio sea trabajado a distintas alturas. Los avances digitales permiten que, de las dos plantas con las que cuenta el plató, la impresión aumente hasta ocho. El diseño “responde a edificios que había en Madrid en el momento, pero no al edificio original de Telefónica que conocemos”, explica Ramón. Más similar al Banco de España por “sus luces cruzadas y los tonos cromáticos”, la compañía de telefonía cuenta con “más elementos modernistas” de los que debiera. ”Aunque estemos en una transición, Madrid nunca ha sido muy modernista, siempre lo ha sido más Barcelona, por lo que tenemos que tener cuidado para que en exteriores todo nos coincida”.
Blanca Suárez, Martín Rivas y Concha Velasco graban en el hall de ‘Las chicas del cable’
“En el look, a Tere y a mí nos apetecía movernos un poco de ‘Velvet‘ o de ‘Gran Hotel‘, que por época se podían parecer un poco más, y nos parecía que en nuestra trayectoria teníamos que hacer algo distinto para que la serie cogiese una identidad propia”, continúa. “Con el objetivo de embellecerla, este no es un retrato exacto visualmente de esa España. Incluso en el vestuario nos hemos atrevido a ir por encima de la rodilla cuando correspondería ir por encima de la pantorrilla para no irnos tanto al estilo ‘Downton Abbey‘. Lo hemos hecho más europeo, como ‘Midnight in Paris‘ o las últimas películas de Woody Allen. Con menos dinero, pero con mucha voluntad”, apunta con una sonrisa. El objetivo de dotar a la serie de un toque más parisino está más que logrado. “Como nos desituamos, queríamos contar unos años 20 que todavía no se habían visto, dar un paso a un lado”, argumenta Campos.
El despacho de dirección, un terreno acotado para Yon y Martiño
Comunicado por unas escaleras, el siguiente paso es el despacho de dirección. Con secretaria incluida, el lugar de trabajo de los personajes de Yon González y Martín Rivas facilita con creces el hecho de meterse en el papel. “Francisco y Carlos son muy amigos. Son personajes distintos con roles distintos. Yon viene del pueblo, es un hombre hecho a sí mismo, que luchando ha conseguido ascender. A Martiño le viene de cuna”. Este “aprecio mutuo” da forma a un buen tándem que, en lo profesional, sería muy complicado ver en la actualidad. “Tenemos que ser conscientes de que en los años 20, los hombres eran hombres mucho antes”, apunta Teresa para justificar la elección de dos actores tan jóvenes en papeles de tanto poder. ”No estamos contando una historia de niños, son adultos. Hoy retrasamos mucho esa situación. En esa época, con veintitantos se esperaba de ti una estabilidad”.
Pasando por una balconada que permite visualizar desde las alturas el hall principal, dejamos la zona de despachos atrás para conocer el área de trabajo. Al alejarse de la zona noble, la rutina laboral que aporta el día a día entre cables se nota en todos los espacios. Primero, un pequeño almacén, el lugar perfecto para encuentros especiales o conversaciones que no deberían ser escuchadas. Segundo, las taquillas, donde Blanca Suárez, Maggie Civantos y compañía cuentan con sus propios armarios para guardar sus pertenencias durante sus horas de descanso o sus cambios de uniforme.
La sala de máquinas y sus complicaciones técnicas
Como principal premisa, la idea era “dejar abiertos todos los espacios para no dar una sensación de colegio mayor”. Y dicho y hecho. Sin puertas que valgan, llega el momento de conocer la joya de la corona: la sala de máquinas de las chicas del cable. Allí es donde las protagonistas de la serie conectan las llamadas con los abonados en un momento en el que los teléfonos todavía no gozan del automatismo necesario. ”Tienen que llamarte, conectas un cable, contestas por un auricular, te dicen a quién quieren llamar, conectas al otro lado, transmites y pasas la llamada con las clavijas”, relata Ramón, como si de un cursillo express se tratase.
El proceso de trabajo no es nada sencillo, y menos para un grupo de actrices que jamás se habían visto en una igual. Es por este motivo que Bambú se puso en contacto con un antiguo trabajador de Telefónica de unos 80 años que dedicó una jornada a ofrecer al equipo artístico y técnico una serie de clases prácticas para hacer la ejecución mucho más creíble a ojos del espectador. Fue con él cuando conocieron anécdotas como que se requería una longitud mínima en cuanto a los brazos de las empleadas o que, entre conexión y conexión, podían ser partícipes de las conversaciones entre abonados.
Pero no todo queda aquí. En una sala anexa se encuentra uno de los grandes enemigos de “las chicas” en cuanto a lo profesional. A finales de los años 20, el famoso rotary comenzaba a dar sus primeros coletazos, una buena premisa para hacer de ella una de las principales tramas de la ficción: ”Cómo la modernidad del automatismo acaba con el trabajo de las chicas del cable pero mejora la vida de la gente”. Esto no significa que perdieran a todo el personal. Como más adelante demostró la propia historia, se mantuvo un mixto entre la modernidad y lo tradicional porque, “si algo falla, no se podía caer todo el soporte, tenía que haber alguien que lo pudiese resolver”.
Dolores y su pensión, un segundo hogar para “las chicas”
El siguiente peldaño en la visita guiada es la Pensión Dolores, un lugar en el que empiezan a vivir dos de los personajes y al que poco a poco se acabarán sumando el resto según vayan transcurriendo las tramas. Separado físicamente del resto de escenarios, este decorado de apariencia humilde estará regentado por una señora mayor encarnada por Tina Sainz que, más pronto que tarde, se irá convirtiendo en “una especie de madre” que buscará encontrar la rectitud de sus huéspedes.
La estancia, repartida en salón, comedor y dormitorios, luce una estética que ha sido cuidada hasta el máximo detalle. “El papel es de la época. La madera, aunque parezca que esté mal pintada, está tal y como se hacía porque la gente, cuando quería simular que tenía dinero, pintaba la madera así para que pareciese madera noble”, comenta Ramón. Los espacios, con posibilidad de ser intercambiables y redecorados para emular cuartos diferentes, también cuentan con un baño ambientado para la época que, como la pareja de creadores comenta con ironía, ahora “está muy de moda” por la tendencia vintage.
“El café de en frente”, otro de los escenarios clave para las protagonistas
Otro de los lugares fuera de la compañía telefónica es el bar. Siguiendo con la estela modernista que empapa el resto de escenarios, en esta ocasión han querido emular locales míticos como el de “El espejo”, situado en el centro de la capital. ”Queríamos jugar con las formas, hay mucha curva. En nuestras series no somos muy de bar. Pusimos el ‘Pausa’ en ‘Velvet’, y este es el segundo. Nos gusta mucho cómo está funcionando. Se llama ‘El café de en frente’ y es a donde van las chicas a desayunar, a tomar algo a media tarde o por la noche. Es el lugar de encuentro antes de marcharse a casa o de fiesta”, comenta un Ramón Campos visiblemente ilusionado por los resultados.
Blanca Suárez y Martín Rivas en un rodaje en exteriores en ‘Las chicas del cable’
La serie con más exteriores en la historia de Bambú
Por ser una producción con ambiciones internacionales, el rodaje en exteriores era de obligado cumplimiento. Y aunque son conscientes de que grabar “en Gran Vía es morir”, existen opciones complementarias que no han querido perder la oportunidad de explotar. ”Estamos grabando bastantes fiestas por Madrid. Hemos rodado en salas de fiestas de la época para rodar en zonas que nos permitan utilizar la música del momento. Estamos haciendo un mix de música moderna y de la época”, cuentan. ¿El requisito imprescindible? Que todas ellas sean adoquinadas, como sucede en zonas históricas como la Calle Lope de Vega, la Plaza de Huertas o la Plaza del Alamillo.
Grabar en Gran Vía es morir
Teniendo un espacio exterior en los propios estudios de grabación, Bambú decidió seguir la misma estrategia que pusieron en marcha con ‘Velvet’ al realizar una reconstrucción de lo que sería el edificio donde trabajan las telefonistas para la entrada y salida de personajes y así evitar desplazamientos. Otro croma sirve de apoyo para crear parte de esa Gran Vía en la que encontraríamos una puerta principal a la que no le falta detalle, como la presencia de una boca de león, muy socorrida por entonces. Además, como es más que evidente, Netflix y Telefónica son competencia directa, por lo que era impensable poner el logotipo de la grande de las telecomunicaciones en las instalaciones que enmarcan la historia de ‘Las chicas del cable’.
Carlos Dorromochea y Raquel Benavides son los nombres que encabezan el equipo de arte de una serie en la que la estética ha sido crucial para la historia. Tras dos meses y medio de construcción de escenarios, la compañía de telefonía ya está lista para que, a partir del próximo 28 de abril, los usuarios de Netflix disfruten de la primera producción de la plataforma en nuestro país.